Una súplica insólita
En el segundo capítulo del libro de Nehemías, encontramos uno de los momentos más desafiantes del profeta. Esto ocurrió cuando Nehemías decidió hacer una petición inusual a Artajerjes, el poderoso rey pérsico.
Nehemías acababa de ser informado acerca del triste estado de la cuidad de Jerusalén (Nehemías 1:3). Los muros de la cuidad de los judíos se hallaban en ruinas y Nehemías, un hombre valiente, decidió pedir permiso al rey para reconstruirlos. Había estado orando acerca de esto (Nehemías 1:6) y pedía a Dios que le concediera éxito ante el rey.
Esto fue una situación arriesgosa. Nehemías tuvo que pedir al rey que anulara una antigua ley, la cual prohibió a los judíos seguir reedificando la ciudad de Jerusalén (Esdras 4:17-24). No sólo existía la posibilidad de que el rey negara su petición sino que también Nehemías perdiera su trabajo (como copero del rey, Nehemías 1:11) o, quizás, aun su cabeza. (En este tiempo, los judíos eran esclavos de los persas.)
La mejor estrategia para situaciones parecidas
Tarde o temprano, todos tendremos que tratar con los que ocupan puestos de autoridad que nos puedan poner a prueba, sea nuestro patrón, nuestros padres, un gobernador, un maestro de escuela, etc. ¿Cómo se debe tratar con tales individuos bajo estas circunstancias? La oración es de suma importancia en estas situaciones, aunque sea breve (Nehemías 2:4).
“Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina” (Proverbios 21:1)
(Adaptado del libro “Nehemías” por Mark Reeves)