Una hermana me contó cómo conversó con un hombre en la calle sobre Dios. El hombre preguntó: “Me gusta fumar y beber. ¿Todavía puedo ir al cielo?” La implicación era que no tenía intención de renunciar a sus vicios y que Dios tendría que aceptarlo con estas condiciones o no aceptarlo en absoluto.
Sin hacer ningún comentario sobre la pecaminosidad de los hábitos tan queridos por este hombre, por los cuales cambiaba valor de su alma eterna, ciertamente podemos decir que fumar y beber se han convertido en sus ídolos. Él está más dedicado a ellos que a Dios. La persona con un corazón quebrantado y contrito (Salmo 51:17) clama a Dios: “Ya no permitiré que nada sea más importante que tú, y cualquier cosa que me pidas, te la daré” (Mateo 6:33; 1 Juan 5:3). Las Escrituras se refieren a esta actitud como arrepentimiento y el gran poder de Dios se apresura a salvar, elevar y ayudar a tal espíritu humillado (Santiago 4:6-10).
El arrepentimiento ideal
El profeta Jeremías retrata vívidamente cómo se ve el arrepentimiento ideal. En Jeremías 3:22-25, él piensa en un pueblo que reconoce completamente el engaño que ha tenido su búsqueda del placer mundano, que confiesa libremente que sólo en el Señor se encuentra la salvación y que sin excusas ni autojustificación admiten sus acciones vergonzosas.
A medida que el texto continúa en el capítulo 4, los versículos 1-4, Dios deja claras sus expectativas para estos individuos penitentes (Jeremías 4:1-4). Él exige que eliminen por completo de sus vidas los elementos, las personas y las situaciones que se asociaron con su pecado. Él llama a una transformación del corazón. Si hacen estas cosas, la gente puede agarrarse de su promesa: “Convertíos, hijos rebeldes, y sanaré vuestras rebeliones” (Jeremías 3:22). ¡Pueden esperar una recepción amorosa a pesar de sus pecados, y la ayuda y la curación de Dios para que puedan cumplir con el arrepentimiento!
Tiempos de refrigerio de la presencia del Señor
El arrepentimiento no es que Dios nos prive de algo bueno. El monstruo que es el pecado nos ha quitado todo y el llamado de Dios al arrepentimiento es un regalo para nosotros (2 Timoteo 2:25). “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hechos 3:19-20). Vivir la vida justa es vivir la mejor vida. ¿Por qué quedarse indeciso?
–Brigham Eubanks