Los eruditos del mundo parecen estar de acuerdo en que la iglesia se estableció en Jerusalén, el primer Pentecostés después de la resurrección de Cristo. Hechos 2 da esta información, y sólo unos pocos con un credo que defender ofrecen objeciones. Pero, ¿que es lo que se estableció cuando se estableció la iglesia? ¿Una pregunta tonta? Pues, lea Hechos 2… con cuidado.
¿Hubo algún servicio de “dedicación”? ¿Se nombró a algún “presidente”? ¿Hubo un procedimiento “institucional” que uno esperaría si el concepto común de hoy de “iglesia” fuera correcto? Simplemente no está allí.
Hoy el énfasis está en el partido. La iglesia es algo así como una logia [un salón de reunión], una “Real Orden de los Santos” o una sociedad que de alguna manera está relacionada con ciertos edificios. Este concepto no se encuentra en lo que Dios nos dice acerca del establecimiento.
Las profecías relativas al establecimiento de la iglesia se refieren invariablemente a la relación, o la base de la relación, entre Dios y los individuos. Isaías dice: “el monte de la casa del Señor será establecido como el más alto de los montes” (Isaías 2:2, NVI), refiriéndose al establecimiento de la ley de Dios para todas las naciones. El reino prometido era una promesa de paz según el gobierno divino (Isaías 9:1-7). Los redimidos del Señor iban a andar en el “Camino de Santidad” (Isaías 35:8).
El carrito rojo para niños
Parece que muchos piensan en la iglesia como algo parecido a un carrito rojo de jalar para niños. “Establecido en el día de Pentecostés”, estaba listo para rodar, y la gente podía subirse y pasear en él hasta llegar al cielo. Pero en algún momento dado se rompió la barandilla lateral, se dobló el eje, se aflojó la lengüeta y finalmente se le cayó una rueda. Lutero intentó volver a ponerle la rueda, pero dobló aún más el eje en el esfuerzo. Otros reemplazaron la lengüeta con un instrumento nuevo, pero diferente, inadecuado para el propósito y la función de la lengüeta original. Por desgracia, la iglesia se desmoronó y estaba fuera de servicio.
Luego otros decidieron “restaurar” la iglesia. Enderezaron el eje, reemplazaron la lengüeta con un modelo original, repararon la barandilla y colocaron la rueda en su lugar. Ahora la gente podía volver a pasear en él hasta llegar al cielo.
¿He exagerado el caso? Quizás, pero sólo para enfatizar lo que creo que es un concepto completamente erróneo de la iglesia establecida en Pentecostés. Esto es un concepto denominacional. Glorifica al “partido” y no distingue de forma adecuada entre personas fieles e infieles.
¿QUIENES son la iglesia?
La palabra “iglesia” es un sustantivo colectivo, y se compone de personas. Pero no cualquier persona. La iglesia de Cristo se compone de “santos y fieles hermanos”, un “pueblo adquirido por Dios” (Colosenses 1:2; 1 Pedro 2:9). De toda la multitud reunida en Jerusalén, solo aquellos que “recibieron su palabra” y “fueron bautizados” se convirtieron en miembros de la iglesia (Hechos 2:41).
Los miembros de la iglesia sí cometen pecados, pero se espera que se arrepientan y oren a Dios para que los perdone. Al no hacer esto, se les niega la comunión de cristianos (1 Corintios 5). Una congregación de cristianos que, colectivamente, ya no actúa de acuerdo con la voluntad de Dios es indigna de un nombre y lugar entre las iglesias de Cristo (Apocalipsis 2). La iglesia del Señor se compone de personas identificadas con la verdad, no sólo de personas identificadas con un partido.
El establecimiento de Dios sin cambios
Lo que Dios estableció, — la verdad, el Nuevo Pacto — nunca cambia (1 Pedro 1:23-25). Pero el partido — la gente — podría apostatarse (1 Timoteo 4:1-3). Primero se cambia su actitud hacia la autoridad divina, luego sus prácticas, luego, generalmente muchos años después, su terminología. Puesto que la norma es una cosa, y las personas que supuestamente siguen la norma son otra, Pablo dijo que no debemos medirnos a nosotros mismos comparándonos con nosotros mismos (2 Corintios 10:12).
Uno puede “quedarse con el edificio”, “quedarse con el predicador”, “quedarse con los ancianos”, “quedarse con el 90% de la gente” y, sin embargo, abandonar la iglesia que Dios estableció. De hecho, esta es precisamente la historia del denominacionalismo con la gente restringida por su credo.
Los cristianos de hoy necesitan volver a estudiar su concepto de la iglesia de Cristo. Debemos volver a dedicarnos, no a ningún “partido” sino al Cristo, y a su causa. Debo saber la verdad y obedecerla, independientemente de la acción de otros “en la iglesia” o fuera de ella. Debo recordar que es la iglesia purificada y lavada, no el “partido”, la que Cristo promete salvar eternamente (Efesios 5:26-27). Lo que Dios realmente estableció es firme y seguro, y no puede moverse (Hebreos 12:28).
–Robert F. Turner