Buscar una iglesia como si fuera ir de compras es bastante común hoy en día. La gente visita diferentes iglesias en busca de algo que les guste, antes de decidirse por un lugar al cual asistir con regularidad. Las iglesias se dan cuenta de esta práctica y tratan de satisfacer todas las preferencias posibles para evitar que estos “compradores” busquen lo que quieren en otros lugares.
No quisiera criticar todos los aspectos de este fenómeno. De hecho, sería un error elegir una familia espiritual por capricho. La comida espiritual que ingerimos y las personas con las que emprendemos nuestro camino de fe es una elección que define la vida y se debe alentar un escrutinio cuidadoso de los grupos potenciales.
La pregunta clave es: ¿qué estamos buscando? Esta fue la pregunta que Jesús planteó a los futuros seguidores de su época (Juan 1:38). Por desgracia, la gente a menudo busca características que son simplemente atractivas a ellos personalmente, sin tomarse el tiempo para considerar las cualidades que Dios considera importantes.
Lo que la gente busca
• Buena música. “Una banda que está buenísima”, anunciaba una iglesia. Aquí debemos hacer una pausa y examinar nuestros corazones: ¿vamos a conciertos, o vamos a adorar humildemente a Dios con el corazón? Los cristianos del Nuevo Testamento lograron ser “llenos del Espíritu”, no con guitarras, amplificadores, espectáculos de luz ni músicos famosos, sino con una adoración sencilla, “hablando entre vosotros” en el canto congregacional (Efesios 5:18-19). ¿Está Dios tan impresionado por los espectáculos humanos como por la melodía de un corazón agradecido?
• Grandes multitudes. Es de naturaleza humana sentir que ser miembro de una congregación grande significa que “lo hemos hecho bien”. Pero las personas que dan tanta importancia a la opinión de la mayoría ciertamente se perderían la salvación en los días de Noé (1 Pedro 3:20), en el día de Josué (Números 14:6-10) o incluso en el día de Jesús (Juan 6:65-66). Las iglesias del primer siglo no fueron una excepción al patrón bíblico de que los fieles son pocos (Apocalipsis 3:8).
• Un pastor/sacerdote con una gran personalidad. Ya sea personalidad, forma de hablar, mensaje agradable u otra cosa, a veces nos sentimos atraídos por un grupo simplemente por su líder. Desafortunadamente, esta inclinación nos hace vulnerables a los falsos maestros, que saben qué aspecto tener y cómo hablar para traer a los no instruidos e inestables (Mateo 7:15; 2 Corintios 11:13-14; 2 Timoteo 4:3-4).
Estas son sólo algunas de las características que la gente busca. Puede haber más, y haríamos bien en reflexionar sobre lo que nos atrae a nuestro grupo. Mientras lo hacemos, consideremos sobre todo, ¿qué busca Dios?
Lo que Dios busca
• Verdad. Jesús declaró: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Juan 8:31). La iglesia debe ser: “columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15). Mientras muchos buscan a predicadores que expresen opiniones populares en una generación dada, las Escrituras dan una prueba sencilla: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo” (2 Juan 9). Exija libro, capítulo y verso para todas las creencias y prácticas, o de lo contrario usted se encontrará construyendo sobre la arena, no la roca de la enseñanza de Cristo (Mateo 7:24-27).
• Amor. Dado que la ley de Dios se resume con la palabra “amor” (Romanos 13:9), el amor palpable entre los cristianos es una señal segura de que la enseñanza de Cristo se está poniendo en práctica. Jesús afirmó: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). El amor que Jesús promovió, por supuesto, tiene mucho menos que ver con abrazos y caras sonrientes que con el servicio y el sacrificio (1 Juan 3:18).
• Frutos. Jesús le dijo a sus discípulos: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15:8). No hablaba de los “resultados” definidos por el mundo ni de las estadísticas, sino de la fidelidad. ¿Vemos el impacto del Espíritu en nuestra iglesia (Gálatas 5:22-24)?
La lección para nosotros
Tantos grupos que tienen la apariencia de fortaleza encontrarían una valoración muy diferente si fueran evaluados por Jesús y no por los hombres (Apocalipsis 3:17-19). ¡Debemos preocuparnos más por lo que Dios busca en una iglesia, y menos por lo que nos agrada personalmente!
–Brigham Eubanks