¿Está Dios cerca o lejos de nosotros? La respuesta a esta pregunta tiene muchas consecuencias en cuanto a nuestro concepto de Dios y nuestra relación con él. Aun cuando intentamos contestarla bíblicamente, nos encontramos con un enigma, pues diferentes pasajes parecen decir cosas diferentes. Por ejemplo, el profeta Jeremías plantea la pregunta retórica de Dios: “¿Soy yo un Dios de cerca–declara el Señor–y no un Dios de lejos?” (Jeremías 23:23, LBLA). Sin embargo, el apóstol de Jesús, Pablo, declara con denuedo, “en verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros” (Hechos 17:27, NVI).
Dios está hablando en términos humanos
La armonización es sencilla: Dios está, de hecho, cerca y también lejos de nosotros. Por supuesto, la fraseología no debe de entenderse literalmente en ninguno de los dos casos, como si el Creador de toda carne fuera limitado alguna vez a cierta ubicación geográfica. Los dos pasajes se adaptan a términos humanos para enfatizar cierta característica de Dios.
Dios está “lejos”
En la profecía de Jeremías, Dios tenía la intención de recordar a los falsos profetas de aquel tiempo de su grandeza y, por lo tanto, su capacidad de juzgar sus malos hechos. El texto pinta el cuadro de un Dios que tiene una perspectiva tan alta y extensa que ningún acto, palabra ni pensamiento escapa el alcance de su conocimiento. Los versículos que siguen dicen: “¿Podrá alguno esconderse en escondites de modo que yo no lo vea?–declara el Señor. ¿No lleno yo los cielos y la tierra? … He oído lo que dicen los profetas … ¿Hasta cuándo? ¿Qué hay en los corazones de los profetas que profetizan la mentira…?” (Jeremías 23:24-26, LBLA).
Sí, es bueno recordar la majestad, el conocimiento y el poder de Dios, porque estas cosas engendrarán en nosotros temor y obediencia piadosos. Este distanciamiento divino y poder único se exhibieron plenamente cuando Dios se manifestó en el Monte Sinaí al pueblo de Israel. Allí, “el Señor habló a toda [la] asamblea en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de las densas tinieblas con una gran voz” (Deuteronomio 5:22).
Tan impresionante fue la escena que el pueblo sentía que si la experiencia se prolongara más, ¡podrían morir! ¿Cuál fue el resultado? Ellos prometieron oír y hacer las palabras de Dios (Deuteronomio 5:23-27). Este fue el efecto que Dios quería, y tuvo su aprobación explícita: “Han hecho bien en todo lo que han dicho. ¡Oh si ellos tuvieran tal corazón que me temieran, y guardaran siempre todos mis mandamientos, para que les fuera bien a ellos y a sus hijos para siempre!” (Deuteronomio 5:28b-29). Para poder tener tal corazón, necesitamos siempre recordarnos que Dios es santo y un Dios “de lejos”.
Dios está “cerca”
Al mismo tiempo, debemos mantener un equilibrio entre este entendimiento correcto de la grandeza de Dios y el hecho de que él también está cerca de cada persona. Este fue el punto de Pablo para los atenienses en Hechos 17. Es verdad que Dios es Creador, Sustentador y Determinador de los destinos de las naciones (Hechos 17:24-26). Sin embargo, ¡a este mismo Dios le importa que lo busquemos, y él se dejará hallar! El desea una relación con “todos los hombres, en todas partes” (Hechos 17:30), y ha puesto este estatus maravilloso al alcance de toda persona.
La proclamación de Pablo de que Dios no “está lejos” equivale a un alto grado de exaltación del cuidado, compasión y amor de nuestro Creador. Es esencial recordar también esta característica, para que nunca perdamos la esperanza de llegar a conocerlo. En Gálatas 4:6, Pablo revela el nivel de intimidad que Dios permite a los suyos tener con él: “Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! ¡Padre!” (LBLA). ¡Dios nos adopta como hijos, nos permite llamarlo “Abba” (lo cual significa más o menos “Papi”) y manda al Espíritu de su Hijo habitar en nuestros corazones!
Si nunca supiéramos qué tan “lejos” está Dios –que es mucho más grande, alto y santo que nosotros– ¿acaso podríamos valorar lo maravilloso que es el hecho de que él también está “cerca”?
–Brigham Eubanks