¿A quién es nuestra lealtad?
Entre mediados y finales del siglo XIX, cientos de personas se reunían para escuchar a un famoso predicador protestante de Connecticut llamado Henry Ward Beecher.
Un día, un ministro visitante recibió el desafío de sustituir a Beecher. ¿Cómo reaccionaría el gran grupo de personas al saber que su orador favorito no les hablaría ese día? A la hora señalada, el predicador visitante se colocó detrás del púlpito y se molestó cuando notó que varias personas comenzaron a moverse hacia las puertas para salir del edificio. Fue en ese momento que el predicador dijo: “¡Todos los que han venido aquí hoy para adorar a Henry Ward Beecher ahora pueden retirarse de la iglesia! ¡Todos los que han venido a adorar a Dios, guarden sus asientos!” Según la historia, nadie se fue después de escuchar las palabras conmovedoras del predicador.
Me pregunto cuántas personas regresaron a sus asientos por pura vergüenza, no por verdadera convicción. Aparentemente, la lealtad de algunos de los presentes fue a Henry Ward Beecher en lugar de a Cristo y su palabra. Beecher había sido elevado en sus mentes hasta tal punto que parecía ser la razón por la que se habían reunido con la iglesia ese día.
El caso de los corintios
La primera carta de Pablo a los cristianos en Corinto, Grecia, indica que eran una iglesia dividida. Una de las causas principales de la mentalidad sectaria que existía entre los corintios fue el mismo problema que afecta a muchos hoy en día en el mundo denominacional: la exaltación excesiva de los hombres. Algunos decían: “Yo soy de Pablo, y otros: Yo soy de Apolos” (1 Corintios 3:4, LBLA).
Anteriormente en su carta, Pablo dio una descripción más completa del problema con estas palabras: “Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Corintios 1:12,13). ¡Se habían convertido en paulianos, apolonianos y pedrianos!
Alguien me dijo una vez que aquellos que decían ser “de Cristo” también eran culpables de tener una mentalidad sectaria. Bueno, si estuvieran afirmando ser de Cristo con un deseo egoísta de dividir a la iglesia del Señor, esto ciertamente habría estado mal. ¡Crear disensiones y facciones en la iglesia local es pecaminoso (Gálatas 5:19-21)! Sin embargo, de los cuatro individuos mencionados anteriormente, sólo Cristo había sido crucificado por los corintios y, de hecho, habían sido bautizados en su nombre (Hechos 18:8; Mateo 28:19). Tal vez, en un esfuerzo por despejar cualquier duda sobre a quién realmente pertenecían, Pablo les dice al final del capítulo tres: ¡ustedes son de Cristo (1 Corintios 3:23)!
¿A quién pertenece usted?
Hoy en día, el cristianismo es conocido por miles de denominaciones diferentes. Al igual que en la época de Pablo, muchos reclaman lealtad a ciertos grupos, en parte, debido a su lealtad a los líderes religiosos. Por contraste, vemos en el Nuevo Testamento que los que siguieron a Cristo fueron llamados “cristianos” simplemente (Hechos 11:26; 26:28; 1 Pedro 4:16).
¿Usted se ha convertido a los hombres o a Cristo?
–Jerry Falk