Éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen:
–¿Tú, quién eres?
–Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.
–Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías?
–Dijo: No soy.
–¿Eres tú el profeta?
–Y respondió: No.
(Juan 1:19-21)
Cuando los investigadores enviados por los fariseos, pensando que Juan era alguien muy importante, le preguntaron sobre su identidad, éste no respondió como lo haríamos nosotros.
A nosotros nos encanta cuando la gente quiere saber más acerca de nosotros. Significa que les hemos impresionado. Nos alegramos de hacer una presentación de quiénes somos y lo que hemos logrado.
Por contraste, Juan habló de lo que NO era. Además, con cada pregunta de sus interrogadores, las respuestas de Juan se ponen cada vez más breves. Ellos quisieron hablar más y más de Juan; Juan quiso hablar menos y menos de sí mismo.
Un hombre tan dedicado a dar toda la honra a Jesús no podía estar cómodo en una conversación enfocada en sí mismo. Él nada más quería que todos conocieran a Jesús y su grandeza, y que hablaran de Él.
¿Y nosotros? ¿Preferimos que la gente hable de nosotros o de Jesús?
–Brigham Eubanks