En 1 Corintios 2:2, el apóstol Pablo dice a los cristianos en Corinto, Grecia: “Nada me propuse saber entre vosotros, excepto a Jesucristo, y éste crucificado” (LBLA).
¿Qué significa cuando dice que “nada” se propuso “saber” entre ellos menos al Señor y su muerte? Evidentemente, Pablo se refería a su “mensaje” o “predicación” (1 Corintios 2:4, LBLA). Cuando el apóstol estaba con los corintios, no dependía de la extravagancia de habla ni de la sabiduría humana. (Los griegos ya habían oído mucho de estas cosas de sus filósofos.) El tema principal del mensaje predicado por Pablo no se basaba en alardes de retórica ni en la inteligencia del hombre, sino en la muerte, sepultura y resurrección de Jesús (1 Corintios 15:3-4).
Una ilustración
Se cuenta la historia de cierta iglesia cuyo lema estaba inscrito en el púlpito. Cada vez que el predicador presentaba un mensaje, se podían leer claramente las palabras “Predicamos a Jesucristo crucificado”. En la base del púlpito había una maceta en la cual alguien había plantado una hiedra como adorno. Con el tiempo, la hiedra subió por la parte frontal del púlpito y cubrió la palabra “crucificado”. Ahora eran visibles solamente las palabras “Predicamos a Jesucristo”.
Dos temas evitados
Esto describe la predicación que se escucha en muchas iglesias hoy en día. No se dice mucho acerca de la muerte de Jesús, ni sobre la razón por la cual el Señor tuvo que ir a la cruz: nuestros pecados. Muchos prefieren recordar a Jesús como un bebé en el pesebre porque este evento específico no aborda de forma directa el problema del pecado. En esta etapa de su vida terrenal, Jesús no censuró a nadie, ni le dijo a nadie lo que debía hacer para ser salvo (Marcos 16:16; Hechos 9:6; 22:16).
Muchos se inclinan a creer que todas las personas son esencialmente buenas y que el mundo en realidad está mejorando. Afirman que se esfuerzan por vivir “con la conciencia tranquila”, pero nunca se dan cuenta del hecho de que “todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Romanos 3:23, LBLA). Como notamos en un devocional anterior, el pecado es el hecho más verificable empíricamente, pero también el más resistido intelectualmente.
¿Fracasó el plan de Jesús?
Hasta incluso algunos creen que el plan de Jesús fracasó porque, en vez de ayudarle a establecer un supuesto reino terrenal, sus compatriotas judíos le crucificaron. ¡Esto no puede estar más lejos de la verdad! ¡El plan de Dios fue un éxito completo! El reino de Cristo se estableció en el día de Pentecostés (Marcos 9:1; Hechos 2; Colosenses 1:13) y a través de la muerte de Jesús tenemos reconciliación (Efesios 2:16) y paz para con Dios (Colosenses 1:20).
Lo que hace que el verdadero cristianismo se destaque entre todas las religiones del mundo es el mensaje sublime de la cruz. Prediquemos a Jesucristo, pero también anunciemos a este mundo perdido que el perdón de pecados es posible sólo a través de su muerte redentora en la cruz. Con razón el apóstol Pablo dijo: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gálatas 6:14).
Un mensaje secular
Pero la hiedra seguía subiendo por el púlpito y tapó las palabras “a Jesucristo”. Ahora era visible sólo la palabra “Predicamos”. De igual manera, los púlpitos de muchas iglesias hoy en día se utilizan para predicar sobre la política, la “autoayuda” (estrategias para la satisfacción y felicidad personales), la prosperidad económica y sobre todo menos la persona de Jesús y la razón por la cual murió.
¡Arranquen la hiedra!
¿Cuál es la solución, pues? Tenemos que arrancar “la hiedra” de los púlpitos y predicar “todo el consejo de Dios” (Hechos 20:27), sea bien recibido o no (2 Timoteo 4:2).
Muchos hoy en día prefieren mantener a Jesús en el pesebre, donde no habla en contra del pecado ni de la necesidad de arrepentirse. Sin embargo, Dios nos llama a proclamar el mensaje de la cruz. ¡El Señor será glorificado y almas salvadas de la perdición eterna sólo cuando “predicamos a Jesucristo crucificado”!
–Jerry Falk