“Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas. Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas. Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía” (Lucas 21:1-4).
Este breve relato ilustra al menos tres formas en que Dios ve las cosas de manera diferente a los hombres.
Dios ve a la viuda de manera diferente a los hombres
Jesús acababa de condenar a los escribas, líderes religiosos judíos muy respetados por su conocimiento de la ley, “que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones” (Lucas 20:47). “Recibirán mayor condenación”, declaró el Señor. ¡Los errores que cometieron contra los débiles y vulnerables de la sociedad fueron aún más despreciables porque tales eran los que más deberían haberles importado! Dios hubiera preferido que usaran su ofrenda para mantener a la viuda empobrecida en lugar de embellecer el templo. Estos, que deberían ser pastores, eran más como lobos acechantes, observando a esta mujer depositar sus últimos centavos y preguntándose cuándo ésta fuera a incumplir con sus préstamos para que legalmente pudieran tener el derecho de engullir sus bienes restantes (cf. 2 Reyes 4:1-7; Miqueas 3:1-3).
El Señor vio a la viuda de manera muy diferente, como alguien a quien alabar, bendecir y cuidar. Jesús conocía la historia de su vida; él conocía su pobreza; él conocía su difícil situación. Ella se alejó sin nada: ni un centavo, ni un esposo (ni hijos, probablemente, si podemos deducirlo por su completa pobreza), ni la compasión de los responsables de su alma. Ella no tenía ninguna posesión después de toda una vida de trabajo. Sin embargo, Jesús no pasa por alto la devoción de una persona pobre y despreciada, aunque todo el mundo sí lo hace. Se alejó sin nada… excepto lo que era más importante: el favor de Dios sobre ella.
Dios ve las ofrendas de manera diferente a los hombres
Los ricos pusieron regalos considerables en la caja de ofrendas y, conociendo su carácter (Lucas 20:46), muy probablemente se dieron un espectáculo en su búsqueda interminable de auto exaltación. Ciertamente, los observadores tienden a quedar impresionados por la riqueza y la grandeza material, como los discípulos en el siguiente versículo, que “hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas” (Lucas 21:5).
En marcado contraste, Jesús proclama: “En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos” (Lucas 21:3). “Más” no tiene nada que ver con la cantidad. Para Aquel que posee todo, dos millones de dólares parecerían tan insignificantes como dos centavos. No; Dios busca la devoción del corazón. Los ricos echaron de su abundancia, por lo que su don no requirió ningún sacrificio. La pobre viuda echó el valor de su ultima comida escasa y dependió totalmente de la misericordia de Dios. Lo que el rico gobernante de Lucas 18:18-25 no estaba dispuesto a hacer –dar todo– lo hizo la viuda. En su corazón había 100% de devoción y 100% de confianza, y que seamos ricos o pobres, Dios no aceptará menos de nosotros.
Dios ve la pobreza de manera diferente que los hombres
Para muchas personas hoy, la pobreza ha reemplazado al pecado como el gran mal del mundo contra la cual luchar. Es como si los pobres no pudieran vivir una vida realizada ni valiosa a menos que mejoren su situación financiera y social.
¿Jesús curó la pobreza de esta mujer? Aunque en los relatos del evangelio se ocupó de curar muchas enfermedades, no tenemos constancia de que haya brindado beneficios financieros repentinos a los pobres. Ciertamente, podemos anticipar que Dios cuidó a esta mujer de alguna manera (2 Corintios 9:6-11), y si se hubiera convertida en cristiana, entraría en una comunidad que proveía generosamente para aquellos con necesidades físicas entre ellos (Hechos 4:34-35; 2 Corintios 8:13-15). Pero en última instancia, debido a su corazón ante Dios, la viuda estaba en una posición más ventajosa que los ricos con toda su abundancia, porque ella disfrutaba de la aprobación del Señor (Lucas 16:9). Si nuestras ideas erróneas sobre la necesidad de riquezas materiales aún no han sido reprendidas por la elección deliberada del Hijo de Dios de nacer en la familia de un pobre carpintero, ni tampoco por la enseñanza de Jesús sobre las posesiones (Lucas 12:15ss), entonces que esta historia por último las derribe. Los pobres (al igual que los ricos) necesitan el evangelio mucho antes de que necesiten dinero.
–Brigham Eubanks