Hace varios años, mis hijos entablaron amistad con dos compañeros de clase de la India que vivían a pocas casas de distancia. Durante este tiempo, tuve el privilegio de conocer a su padre, Naren. Finalmente decidió enviar a sus hijos a una escuela privada y perdimos el contacto.
Un día, mientras Naren y yo observábamos a nuestros hijos jugar juntos en una cancha de baloncesto cercana, le pregunté: “¿Usted y su esposa tuvieron un matrimonio arreglado?” “Sí”, respondió. También me preguntaba si él y su esposa se conocían antes de la ceremonia de boda. No se conocían.
Naren probablemente no esperaba mi siguiente pregunta. “¿Ama a su esposa?” pregunté. Con una mirada ligeramente sorprendida en su rostro, respondió enfáticamente: “¡Por supuesto que sí!” Me gustó su respuesta y dije: “Esto demuestra que el amor es algo que se puede aprender“.
Isaac, el hijo de Abraham, se encontró en una situación similar. Abraham dispuso que Rebeca se convirtiera en la esposa de Isaac, aunque no se conocieran previamente. El libro de Génesis nos dice que Isaac llevó a Rebeca a la tienda de su madre y la tomó por mujer “y la amó” (Génesis 24:67). Como Naren, Isaac aprendió a amar a su esposa.
El verdadero amor en el matrimonio no es tanto una reacción emocional como una cuestión de la voluntad. Dicho de otra manera, es mucho más que un sentimiento; ¡es una decisión! Puede definirse como aquello que busca el bien de la persona amada (Romanos 12:9). En última instancia, ¡el mayor bien que podríamos hacer por nuestro cónyuge (y otros) es ayudarlo/la a llegar al cielo!
La palabra griega usada para describir este tipo de amor es “ágape”. Se considera la forma más alta de amor mencionada en el Nuevo Testamento y es lo que impulsó a Dios a enviar a su único Hijo, Jesucristo, a morir por nosotros (Juan 3:16; Romanos 5:8). No hay nadie que esté más preocupado por lo que es bueno para nosotros que Dios mismo porque él es la personificación perfecta del amor (1 Juan 4:8).
Hoy en día, no es raro enterarnos de personas que se han “desenamorado” de su cónyuge. Esto se debe, al menos en parte, al hecho de que muchos ven el amor como un sentimiento en lugar de un acto de la voluntad. Por contraste, el verdadero amor del que habla la Biblia “nunca deja de ser” (1 Corintios 13:8).
Si debemos buscar el bien de nuestros enemigos (Mateo 5:44), ¡cuánto más se debe encontrar este tipo de amor en nuestro matrimonio (Efesios 5:25)!
Concluyo con un poema por Minor Celiciano
El amor es una decisión
Una mirada tierna,
un poema al corazón,
un cálido abrazo,
un “te quiero”,
una canción,
un beso apasionado,
un perfume,
una flor.
Más que eso es el amor.
Mirar el firmamento
y de la mano caminar.
Dibujar dos corazones
a la orilla del mar.
Momentos que quisieras
fueran una eternidad.
Más que eso es el amor.
Más profundo es el amor.
El amor es una decisión,
no sólo lo que sienta el corazón.
Es más que un fuego, la locura y la pasión.
El amor es una decisión
que permanece hasta el final
y no habrá nada que lo pueda apagar.
Aun cuando no sientas ya
lo mismo que ayer.
Tal vez estés pensando
que ya todo terminó.
El amor permanece.
Nunca dejará de ser.
No es un sentimiento.
No es emoción.
Más profundo es el amor.
No te dejes hoy llevar
por lo que sientes.
Sólo déjate pensar
por una firme decisión de amar,
por un pacto y una entrega incondicional.
Ya no vivas para ti,
sólo vive para dar
y verás como todo cambiará.
El amor es una decisión,
no sólo lo que sienta el corazón.
Es más que un fuego, la locura y la pasión.
El amor es una decisión
que permanece hasta el final
y no habrá nada que lo pueda apagar.
–Jerry Falk