Como se mencionó anteriormente, la iglesia está formada por todos los individuos salvos en el mundo. Usted no encontrará su número en ningún libro de registros terrenal ni en ningún folleto. Dios es el único que sabe su número porque él es el único que conoce los corazones de los hombres.
Además, la iglesia establecida por Jesús no tiene la organización gubernamental ni ha recibido instrucción alguna, ya sea por orden, ejemplo o inferencia, para calcular el número de los salvos. Dios no se deja impresionar por los números, sino por la condición del corazón y la humilde obediencia a su palabra (1 Samuel 16:7; Salmos 51:17; 1 Samuel 15:22).
A veces se argumenta que el grupo con el mayor número debe ser “el correcto”. La destrucción de Dios del mundo antiguo por un diluvio demuestra que esto no es así. En ese momento, sólo “pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua” (1 Pedro 3:20). Jesús también nos dice que la gran mayoría de las personas no están en el camino que conduce a la vida eterna (Mateo 7:13).
Según el patrón bíblico, las congregaciones locales son iguales e independientes. Lo que esto significa es que la iglesia establecida por Jesús no es una jerarquía sino una monarquía. Pertenece a Cristo porque Él es su fundador (Mateo 16:18) y la compró con su propia sangre (Hechos 20:28). Jesús es la única cabeza de su iglesia y gobierna las congregaciones locales desde el cielo a través de su palabra (Efesios 1:20-23; Mateo 7:24-25; 24:35; Juan 5:24; 8:31,33,51; 12:48; 14:10,23). ¡La única iglesia verdadera no tiene sede terrenal!
Hoy, aquellos que son miembros de la iglesia de Cristo han creído en Jesús (Juan 8:24), se han arrepentido de sus pecados (Hechos 17:30), han confesado su fe en Jesús como el Hijo de Dios (Hechos 8:36-38), han sido bautizados (sumergidos en agua) para el perdón de sus pecados (Marcos 16:16, Hechos 2:38) y perseveran en el evangelio puro de Cristo (1 Corintios 15:1-2; Gálatas 1:8-9; 2 Juan 9).
El bautismo bíblico es por inmersión (Hechos 8:38; Colosenses 2:12) y para aquellos que pueden escuchar el evangelio y creer antes del bautismo (Hechos 8:12-13; 18:8). No leemos de ningún ejemplo en el Nuevo Testamento en que se bautizara un niño recién nacido. ¡Esta práctica fue inventada muchos años después de que Jesús estableció su iglesia!
Los seguidores de Cristo son simplemente “cristianos” (Hechos 11:26; 26:28; 1 Pedro 4:16). Rechazan los nombres sectarios que indican una alianza con iglesias hechas por el hombre porque el denominacionalismo viola tanto el deseo de Jesús como la oración de que sus seguidores sean “uno” (Juan 17:20-21).
Reconocen que son almas imperfectas que constantemente necesitan la gracia, la misericordia y el perdón de Dios (Romanos 3:23; Hebreos 4:16; 1 Juan 1:7). A pesar de sus defectos, desean sinceramente ayudar a otros a conocer la verdad y ser salvos (1 Timoteo 2:4).
–Jerry Falk