Una de las cosas más difíciles cuando se trata de enseñar a las personas lo que necesitan saber es su pasado. “Desenseñar” siempre es difícil. Las personas desarrollan hábitos, formas de pensar y tradiciones que a veces son muy difíciles de corregir a pesar de los mejores esfuerzos de la verdad y la razón.
Cómo la gente define la verdad
La tendencia humana es definir lo que es verdadero y bueno por las experiencias personales. Por lo tanto, si usted siempre ha pensado que algo es verdad, entonces podría ser difícil hacer que vea lo contrario. Si ha enseñado o actuado de acuerdo con sus creencias, entonces la probabilidad de cambiarse se vuelve aún más remota.
Lo que nos pone a la defensiva
Cuando nos enfrentamos a enseñanzas y prácticas que son contrarias a lo que siempre hemos creído, hay una tendencia a ponernos a la defensiva. Esto es natural y no es inherentemente malo. Sin embargo, no debemos permitir que nuestras reacciones defensivas basadas en nuestro pasado personal sean los medios para determinar la verdad.
“¡Pero eso significaría que siempre hemos estado equivocados!” a menudo es una reacción defensiva que al menos se piensa si no se habla. Si esa es la base de nuestra resistencia a cualquier enseñanza o práctica, entonces nos hemos establecido a nosotros mismos y nuestras experiencias como el estándar de la verdad. Esta actitud a menudo surge en momentos de controversia cuando la verdad y la razón no han logrado convencer a algunos.
Martín Lutero ante el rey Carlos V
Martín Lutero, mientras estaba en juicio ante Carlos V con su vida en juego, dijo: “A menos que yo haya sido convencido por el testimonio de las Escrituras o por la prueba evidente de la razón, porque no creo ni en el Papa ni en los concilios mismos, ya que estamos de acuerdo en que éstos a menudo han cometido errores y se han contradicho a sí mismos; las Escrituras que he citado me han vencido, mi conciencia está cautiva de la Palabra de Dios: no puedo, no quiero, revocar nada, porque actuar contra la conciencia no es seguro ni honesto”.
La respuesta de Carlos V a los demás después de que se llevaron a Lutero fue: “Un solo monje descarriado por el juicio privado se ha enfrentado a la fe abrazada por todos los cristianos durante mil años o más y concluye de manera descarada que todos los cristianos hasta ahora han estado en error”. Note que el rey Carlos no respondió a Lutero con las Escrituras como se le pidió, sino con la tradición. Para Carlos, admitir que Lutero tenía razón, habría sido admitir que él y muchos otros antes de él habían estado equivocados. Eso era inimaginable para el liderazgo católico romano y, por lo tanto, Lutero fue denunciado como un hereje.
Lutero cae en la misma trampa
Curiosamente, Lutero también cayó presa del mismo tipo de razonamiento varios años después en cuanto al tema del bautismo infantil: “Si el bautismo [infantil] no fuera correcto, se seguiría que durante más de mil años no hubo bautismo ni cristiandad, lo cual es imposible … Pero el hecho de que el bautismo de niños se ha extendido por todo el mundo cristiano hasta este día no da lugar a ninguna probabilidad de que sea incorrecto, sino a un fuerte indicio de que está bien”.
La cristiandad (según la definición de Lutero) había practicado el bautismo infantil durante mil años y en todo el mundo. Por lo tanto, “razonó” que era correcto. Para él, haber admitido que el bautismo de infantes no tenía justificación bíblica, habría sido admitir que lo que él reconocía como el cristianismo popular (ortodoxo) había estado equivocado durante un milenio.
La iglesia católica y la anticoncepción
Esta actitud se vio en la década de 1960 cuando la Iglesia Católica Romana estaba debatiendo el tema del control de la natalidad. El primer “documento de trabajo” de la Comisión Pontificia para el Control de la Natalidad contenía la siguiente cita: “Si la anticoncepción no fuera intrínsecamente mala, honestamente, se debería reconocer que el Espíritu Santo … ayudó a las iglesias protestantes, y que durante medio siglo … una gran parte de la jerarquía católica … condenó de la manera más imprudente, bajo el dolor del castigo eterno, miles y miles de actos humanos que ahora están aprobados … Para que la Iglesia haya cometido un error tan grave en su responsabilidad de guiar a las almas equivaldría a sugerir seriamente que le faltaba la ayuda del Espíritu Santo”.
La argumentación es la misma. Cambiar equivale a sugerir que hemos estado equivocados todo este tiempo y eso es inconcebible (perdón por el juego de palabras). Mi punto no es discutir sobre los temas del bautismo infantil o el control de la natalidad. Es para señalar la razón errónea que se utiliza a menudo para defender lo que las personas creen y practican.
Saulo y la resurrección
¿Y si Saulo de Tarso hubiera tenido esta forma de pensar? Saulo se dirigía a Damasco para arrestar a los cristianos y llevarlos a Jerusalén para ser castigados. Él hizo esto por su celo de Dios (Hechos 22:3-5). De hecho, pensó que debía hacer muchas cosas en contra del nombre de Jesús de Nazaret (Hechos 26:9). Esto cambió cuando se enfrentó con la realidad innegable de un Jesús resucitado. Imagínese si Saulo hubiera dicho: “Si Jesús de Nazaret fue resucitado, honestamente, habría que reconocer que Dios ha estado con los cristianos y que durante la última década una gran parte de la jerarquía judía condenó de manera muy imprudente a aquellos miles de discípulos de Jesús. Para que el Sanedrín haya cometido un error tan grave equivaldría a sugerir que Dios no estaba con esa entidad prestigiosa. Eso es imposible. Por lo tanto, se debe concluir que Jesús todavía está muerto”.
Saulo de Tarso no recurrió a tales tonterías ni nosotros tampoco deberíamos hacerlo. Cuando nos enfrentamos a la verdad, no debería ser nuestra práctica defendernos contra ella por argumentar basándonos en nuestras creencias pasadas ni en las de ningún otro grupo. Nuestra respuesta a la verdad debe ser arrepentirnos y someternos.
Reconociendo humildemente el estándar de la verdad de Dios
¡La palabra de Dios es verdad (Juan 17:17)! En lugar de tratar de determinar la verdad observando lo que hemos enseñado y practicado en el pasado, volvamos a las palabras inspiradas por Dios. Son todo lo que necesitamos para enseñar, convencer, corregir e instruir en la justicia (2 Timoteo 3:16).
Recuerde, Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Humíllense delante del Señor y Él los levantará (Santiago 4:6,10). Cuando nos enfrentamos a la verdad, puede requerir que reconozcamos humildemente que siempre hemos estado equivocados, pero eso nos da acceso a la gracia de Dios. El orgullo nos deja en la posición poco envidiable de encontrarnos con la resistencia de Dios.
–(Adaptado) Andy Diestelkamp