Cuando la nave espacial Apolo 8 daba la vuelta a la Luna el 24 de diciembre de 1968, uno de sus tripulantes, el astronauta de los Estados Unidos William Anders, quedó cautivado por la belleza de la Tierra mientras salía la Tierra sobre la Luna. Rápidamente pidió un rollo fotográfico de color para tomar fotos de la escena. El resultado fue una de las imágenes más impresionantes e icónicas que jamás se haya tomado. En primer plano, está la superficie marrón y árida de la Luna. En el fondo, a casi 380,000 kilómetros, se encuentra la brillante esfera de la Tierra.
Antes de finalizar la transmisión aquel día, los tres miembros de la tripulación se turnaron con una lectura muy conmovedora de los primeros diez versículos del capítulo uno de Génesis, terminado con el saludo: “…Dios les bendiga a todos, a todos ustedes en la buena Tierra”.
“Earthrise” (la salida o el amanecer de la Tierra), tal como llegó a conocerse la famosa fotografía, produce diferentes pensamientos en las mentes de los espectadores. Quizá la impresión más importante que ha creado es la de la fragilidad de la Tierra y, por lo tanto, la necesidad de la humanidad de cuidarla. Así es que “La salida de la Tierra” se ha llamado “la fotografía ambiental más influyente que jamás se haya tomado”, y otro dijo que era “el comienzo del movimiento ambiental”.
Exactamente cincuenta años después de haber tomado la fotografía, el 24 de diciembre de 2018, el propio William Anders dijo: “Nos dispusimos a explorar la Luna y descubrimos la Tierra”. Sin embargo, la impresión que es común a todos los que ven la fotografía es la de la singularidad de la Tierra. Esto se ve en el marcado contraste entre ella y la Luna. En la fotografía, la superficie muerta y polvorienta de la Luna, completamente desprovista de toda señal de vida, está en primer plano. Nada interrumpe el fondo negro del espacio infinito detrás de la Luna, excepto la imagen alegre de la brillante Tierra, sus radiantes colores de azul, blanco y verde que apuntan a la vida que abunda en ella.
El espectador apenas puede evitar observar la diferencia drástica entre los dos cuerpos. La Tierra yace sola, en toda su gloria y belleza vivientes, en el océano oscuro y profundo del espacio vacío. Esto no sólo apunta al carácter distintivo de la Tierra como el único lugar conocido del universo que sostiene la vida, sino que también plantea la pregunta: “¿Por qué es así?”
La respuesta está en el capítulo uno de Génesis, del cual los propios astronautas leyeron mientras daban la vuelta a la Luna ese mismo día. Dios dejó su propia impresión indeleble en el universo para que toda la humanidad lo viera, la que se representa por esta famosa fotografía, al hacer de ellos un hogar que sólo Él pudo hacer.
No, Dios no creó la Tierra para que los humanos pudieran cuidarla; más bien, Dios creó la Tierra para que cuidara a los humanos. Ya sea que los humanos cuiden de la Tierra o no, la vida en ella terminará, pero la vida en la Tierra no es un fin en sí misma. La Tierra no será el hogar de la humanidad para siempre. Es sólo “un hogar lejos de casa”. Es el hogar de la humanidad sólo hasta que la vida termine para cada uno de ellos y Dios lleve a los que le aman a su hogar real y eterno en el cielo. Jesús dijo: “si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estéis también vosotros” (Juan 14: 3, LBLA). Dios preparó el primer hogar para la gente, y ellos deberían vivir en él de tal manera que puedan vivir en el próximo. Este es el verdadero mensaje de “la salida de la Tierra”.
–Gary Eubanks