En inglés decimos: “When the going gets tough, the tough get going”. Esto significa que cuando las cosas en la vida se ponen difíciles, los que tienen un carácter fuerte se vuelven más decididos. No usan las pruebas como pretexto para darse por vencidos sino que luchan con aún más entusiasmo. No se quedan con los brazos cruzados ni se desesperan cuando las circunstancias se ponen feas. ¡Aprovechan la adversidad como una oportunidad para redoblar sus esfuerzos y salir victoriosamente de la batalla!
El ejemplo de los cristianos del primer siglo
Este refrán describe de una forma muy adecuada la mentalidad de los cristianos del primer siglo. Poco después del establecimiento de la iglesia en el día de Pentecostés, se levantó una gran persecución en contra de la congregación de Jerusalén “y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles” (Hechos 8:1). La iglesia que contaba con miles de miembros (Hechos 2:41; 4:4) de repente fue reducida a un puñado de gente. Prácticamente todos los hermanos, menos los apóstoles, huyeron a otros lugares para evitar la persecución.
Lidiando con las dificultades hoy en día
¿Qué haríamos nosotros en semejantes circunstancias? Si bien no habría nada de malo en huir a otro lugar para salvar nuestras vidas (Hechos 9:22-25; 14:5-7), ¿qué haríamos una vez que llegáramos a un refugio seguro? ¿Mantendríamos la boca cerrada para evitar más problemas? ¿Tiraríamos la toalla pensando que ya no sería posible seguir siendo cristianos fieles sin los apóstoles a nuestro lado? ¿Llegaríamos a la conclusión de que ya no podríamos predicar la palabra de Dios debido a nuestro número reducido? ¿Dejaríamos de evangelizar debido a diferencias de idioma, cultura y raza? ¿Nos aislaríamos de la sociedad como los monjes y ermitaños?
Pese a todos estos desafíos, Hechos 8:4 indica que los cristianos del primer siglo, los mismos que habían sido esparcidos por la persecución, “iban por todas partes anunciando el evangelio”. ¡No se dieron por vencidos! Seguían sembrando la buena semilla de la palabra de Dios (Lucas 8:11) en los corazones de los que estaban a su alrededor.
Todos llevamos una cruz más ligera. La persecución que conocemos hoy en día no se puede comparar con lo que sufrieron aquellos discípulos fieles de Jesús. ¡Cuánto más, pues, nosotros deberíamos anunciar “las virtudes de aquel que [n]os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9)!
–Jerry Falk