¿Son los mandamientos de Dios demasiado restrictivos?
De vez en cuando, el cristiano oye a quienes lo rodean preguntar por qué se abstiene de participar en ciertas actividades. A veces incluso pueden burlarse de nosotros por abstenernos de cosas que el mundo considera normales y populares. El Señor nos advierte de antemano para que no nos sorprendamos cuando las personas nos ponen en ridículo por ser demasiado “estrictos”. 1 Pedro 4:4 dice: “Se sorprenden de que ustedes no corren con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y los insultan”(NBLH).
Sin embargo, es muy fácil comenzar a tomar en serio los comentarios de aquellos que no conocen a Dios. Puede que empecemos a preguntarnos: “¿Tienen razón? ¿Soy demasiado estricto? ¿Son los mandamientos de Dios demasiado restrictivos? ¿Me está quitando mi libertad?”
Los mandamientos de Dios son para nuestro bien
El mismo versículo proporciona, por implicación, una razón muy buena por la cual estar realmente agradecido por las restricciones de Dios. Los impíos viven con “desenfreno”. En su búsqueda descontrolada del placer, sobrepasan los límites que nuestro Creador estableció para protegernos. Son como los autos deportivos que viajan a una velocidad vertiginosa, pero sin frenos. La escapada terminará finalmente en un doloroso choque.
Los mandamientos de Dios son para nuestro bien (Deuteronomio 6:24; 10:13). El apóstol Juan declara este hecho de otra manera: “Pues éste es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3). Si a veces nos sentimos restringidos, tal vez sea porque tenemos que estar restringidos para no lastimarnos.
Mi hijita a menudo se irrita por los límites que mi esposa y yo le ponemos. ¡Pero eso es sólo porque ella es demasiado inmadura para entender que jugar en la calle, saltar sobre su hermanito y comer cantidades ilimitadas de helado pueden tener serias consecuencias! Ella hace bien en confiar en que le estamos dando reglas para su bien, y no simplemente para amargarle la vida mientras satisfacemos una necesidad personal de dominarla.
La próxima vez que encontremos una línea que Dios ha trazado, no pensemos que la está colocando allí sólo para privarnos de algo. ¿No fue esto el error original de la humanidad? Cada experiencia de Eva con su Creador era una evidencia inequívoca de su bondad, pero cuando un personaje desconocido que nunca había hecho nada por ella simplemente insinuaba que Dios estaba ocultándole algo maravilloso al prohibirle el fruto, cayó en la trampa. ¡He aquí las consecuencias!
Debemos confiar en que Dios es un buen Padre que sabe lo que es mejor para nosotros. ¡Incluso sus restricciones son una señal de su gracia!
–Brigham Eubanks