Casi seiscientos años antes del nacimiento de Cristo, el profeta Jeremías escribió: “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová” (Jeremías 9:23-24). Siglos más tarde, Jesucristo afirmó que “ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Dios se agrada mucho de aquellos que se esfuerzan por conocerle y Jesús se refiere a tal conocimiento como un requisito para la vida más allá de la tumba.
Conocer a Dios no significa comprender todo lo que hay que saber sobre él, porque esto es imposible (Isaías 55:8-9; Romanos 11:33-34). Sin embargo, sí somos capaces de saber lo que él ha revelado (Efesios 3:4-5) y se nos manda que lo conozcamos (Efesios 5:17). Por lo tanto, conocer a Dios consiste en comprender su voluntad escrita y ponerla en práctica en nuestras vidas diarias.
Rehusar obedecer la palabra de Dios equivale a ignorancia voluntaria
Por contraste, Dios le dijo a Jeremías que las personas de su tiempo no le conocían porque la falsedad y otras formas de maldad habían aumentado mucho en la tierra (Jeremías 9:3). La decisión de los israelitas de vivir de esta manera equivalía a negarse a conocer a Dios (Jeremías 9:6). La ignorancia de Dios, pues, no es tanto una cuestión de inteligencia como de voluntad.
Para la gente del tiempo de Jeremías, conocer a Dios significaba que debían seguir su ejemplo de “misericordia, juicio y justicia” (Jeremías 9:24). Sin embargo, no conocían a Dios porque abandonaron su ley y se negaron a vivir de acuerdo con sus enseñanzas (Jeremías 9:13).
Conocer a Dios significa someterse humildemente a su palabra
Hoy, si deseamos conocer a Dios, debemos hacer un esfuerzo concienzudo para entender su voluntad escrita y vivir de acuerdo con sus principios. Jesús dijo: “conozco mis ovejas, y las mías me conocen … y oirán mi voz” (Juan 10:14-16). Conocer a Dios para tener vida eterna no es simplemente ser consciente de su existencia; también significa sumisión humilde a su palabra (Juan 8:51).
–Jerry Falk