Seguir a la mayoría
Los problemas matrimoniales son cada vez más extendidos entre los miembros de la iglesia del Señor. Tal como en la edad mosaica, algunos desean imitar las costumbres de la mayoría, entre las cuales se encuentra la práctica de divorciarse del cónyuge de uno por cualquier causa.
Son como los israelitas que dijeron a Samuel: “danos un rey … a fin de que seamos como todas las naciones” (1 Samuel 8:5,20). Ellos querían ser como el resto del mundo. Dios, sin embargo, dijo a sus antepasados: “cuídate de no caer en una trampa imitándolas” (Deuteronomio 12:30, LBLA). Por desgracia, de nada les sirvió la amonestación.
Promesas olvidadas
Cuán fácilmente algunos cristianos se olvidan de sus votos matrimoniales, tal como “las naciones” a su alrededor. En el día de su boda, el predicador les dijo algo así: “David, ¿quieres recibir a Sara como esposa, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y así, amarle y respetarle todos los días que Dios te dé vida?” Al decir aquella palabrita ,”sí”, en la presencia de testigos, hicieron un pacto el uno con el otro… ¡y con Dios! Cuando decimos nuestros votos en inglés, prometemos ser fieles a nuestro cónyuge “for better or for worse” (para bien o para mal) y “until death do us part” (hasta que la muerte nos separe).
No felicidad sino santidad
Por desgracia, algunos se olvidan rápidamente de sus promesas. Justifican el divorcio por cualquier motivo con el argumento de que “Dios quiere que yo sea feliz”. El problema con esta forma de pensar es que Dios no nos ha llamado a ser “felices” sino santos y a servir a los demás, especialmente a nuestro cónyuge.
El propósito de Dios no es darnos todo lo que nos pueda hacer felices en esta vida, sino todo lo que nos puede acercar a él, lo cual incluye las pruebas y el sufrimiento. Él permite que ocurran estas cosas en nuestra vida para recordarnos que no debemos hacer nuestros tesoros en la tierra sino en el cielo (Mateo 6:19-20).
La meta principal de la vida, pues, no es la felicidad sino la santidad, “sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).
¿Cuál es su objetivo en la vida?
–Jerry Falk