El ejemplo de los cristianos en Roma
En Romanos 6:17-18, el apóstol Pablo se dirige específicamente a los destinatarios de su carta y les recuerda cómo recibieron el regalo de la salvación en Cristo. Él les dice: “…aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia”.
Habían “obedecido de corazón”
Note que Pablo dice que habían sido “libertados del pecado” cuando habían “obedecido de corazón”. Obviamente, la obediencia era parte del proceso de libertar a los cristianos romanos de sus pecados. ¿Qué “obedecieron” exactamente y cuál es esta “forma de doctrina” mencionada por Pablo? El contexto anterior tiene la respuesta. Habían sido bautizados (Romanos 6:3-7). El bautismo en agua es algo que debemos obedecer porque está mandado (Marcos 16:16; Hechos 2:38; 10:48; 22:16).
Pablo dice que al obedecer a Dios en el bautismo, el “cuerpo del pecado” había sido “destruido” (Romanos 6:6). Pedro dijo esencialmente lo mismo en Hechos 2:38, sólo que usa palabras diferentes. Allí dice simplemente que el bautismo es “para perdón de los pecados”.
Un mandamiento frente a una promesa
Pablo no está hablando del bautismo con el Espíritu Santo, porque el bautismo en Romanos 6 es algo que ellos habían “obedecido”. Nuevamente, al ser bautizados, los cristianos en Roma obedecieron un mandamiento. Por contraste, el bautismo con el Espíritu Santo nunca se manda en ningún lugar del Nuevo Testamento. Fue una promesa hecha solamente a los apóstoles (Hechos 1:2-5,8).
El ejemplo de los cristianos en otros lugares
En su primera carta, el apóstol Pedro no se dirige a los individuos en una ubicación geográfica específica, como Pablo en su carta a los romanos, sino que escribe a los cristianos que habían sido dispersos “en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia” (1 Pedro 1:1). Más adelante en este capítulo, el escritor inspirado dice: “Puesto que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor sincero de hermanos, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro. Pues habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece” (1 Pedro 1:22-23, LBLA).
“En obediencia a la verdad”
Nótese que el apóstol declara que los destinatarios de su carta habían “nacido de nuevo” cuando se sometieron humildemente “en obediencia a la verdad”. Para que ocurra este nuevo nacimiento, la “semilla” (griego, SPERMA), la cual es la palabra del Espíritu Santo, primero debe ser plantada en nuestros corazones. En el sentido físico, el macho pone su “semilla” en la hembra para crear una vida nueva. Aproximadamente nueve meses más tarde, a la mujer se le rompe la fuente y sale una vida nueva. Del mismo modo, sólo después de que uno haya recibido la palabra implantada del Espíritu Santo y haya “nacido de agua” en el bautismo (Juan 3:5), se puede decir que ha “nacido de nuevo” y camina en “vida nueva” (Romanos 6:4).
Los destinatarios de la carta de Pedro habían “purificado” sus almas “en obediencia a la verdad” (1 Pedro 1:22, LBLA). La Versión Reina-Valera (revisión 1960) dice que sus almas habían sido purificadas “POR” su obediencia. La purificación del alma ocurre cuando uno es obediente en el bautismo porque es “para perdón de los pecados” (Hechos 2:38). Es en este acto de fe obediente que uno recibe los beneficios de la muerte de Cristo (Romanos 6:3; Colosenses 2:12).
¿Qué hay de usted? ¿Ha purificado su alma y nacido de nuevo al obedecer el mandato de Dios de ser bautizado para el perdón de sus pecados?
–Jerry Falk