La palabra “pecado”, en el sentido de desobediencia de la voluntad de Dios, es prácticamente inexistente en muchos entornos sociales y políticos de hoy. Tal etiqueta está mal vista, si no es ridiculizada
Sin embargo, en el mundo hay una conciencia cada vez mayor de un “gran mal” y se alienta a todos a rechazarlo enfáticamente. Aunque no se denomine “pecado”, se considera uno de los errores más graves que uno puede cometer hoy en día. Puede resumirse con una sola palabra: intolerancia.
Los familiares, los vecinos, los compañeros de trabajo, los maestros, los líderes religiosos, los políticos, los profesionales del cine y la música, etc. nos animan a “tolerar” las creencias y los estilos de vida de los demás. A primera vista, esto parece una súplica inocua. Después de todo, ¿qué tendría de malo ser más caritativo, paciente y benévolo (sinónimos de tolerante)?
Los cristianos deberían ser los primeros en “esta[r] en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18; Hebreos 12:14). Sin embargo, la petición de tolerancia va más allá del reconocimiento de los derechos legales. También se alienta a los cristianos a celebrar las creencias y los estilos de vida de los demás.
Esta estrategia se está implementando a partir de la escuela primaria, donde se instruyen a los niños a leer historias sobre “familias” con “dos papás” u otras con el objetivo de hacer creer a los jóvenes que se pueden impresionar más fácilmente que el género es relativo y que el ADN no tiene nada que ver con el asunto.
El objetivo de quienes promueven este plan no es simplemente la tolerancia sino la aprobación. Les gustaría que otros creyeran que el matrimonio no se limita a un hombre con una mujer, que el sexo fuera del matrimonio es bueno, que la homosexualidad y el lesbianismo son normales, que el aborto es cuestión de elección personal, etc., etc. Las Escrituras enseñan lo contrario (Génesis 2:21-25; Mateo 19:1-6; 1 Corintios 6:18; Levítico 18:22; 20:13; Romanos 1:26-27; 1 Corintios 6:9-11; Salmos 139:13-16; Jeremías 1:5).
Cualquier tipo de desaprobación basada en las convicciones bíblicas recibe una condena severa. Los cristianos que defienden lo que dice la Biblia sobre estos asuntos están acusados de ser condenatorios, cerrados o “santurrones”. No importa si violan sus conciencias por celebrar lo que creen que es pecado. Deberían ceder y mantener la boca cerrada. Algunos parecen haber olvidado que la tolerancia es una calle de doble sentido.
Aunque el mundo trata a los creyentes de la Biblia con desdén, están llamados a no responder de la misma manera. Como Jesús, cuando la gente les maldice, no deben responder con maldición. Cuando son amenazados por la intolerancia de los que rechazan las enseñanzas de la Biblia, son llamados a coger el camino de altura, encomendando “la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:21-23).
–Jerry Falk