Muchos de nosotros sabemos lo que es perder a un buen amigo. Sin lugar a dudas, ¡esto tiene que ser una de las experiencias más dolorosas de la vida!
Una llamada telefónica triste
Hace varios años, tuve la oportunidad de trabajar en una línea directa para personas de bajos ingresos que buscaban asesoramiento legal gratuito. Yo escuchaba sus problemas (en inglés o en español), escribía notas sobre sus casos y les concertaba citas con los abogados correspondientes.
En una ocasión, recibí una llamada de una mujer que me dijo que su esposo había dejado de pagar las facturas, que estaba durmiendo en el sofá y que tenía novia. De repente ella dijo: “¡No puedo respirar!” Le pregunté: “¿Se encuentra bien, señora?” Agregué: “Está bien si necesita dejar el teléfono y usar un inhalador”. Sin embargo, el asma no fue su problema. ¡Por fin se estaba enfrentando con el hecho de que había perdido al hombre que se suponía que era su mejor amigo!
Las amistades terminan cuando una o las dos personas involucradas en la relación deciden ponerle fin. A veces, ambas partes son culpables de causar una separación.
El fin de nuestra amistad con Dios
Como en el caso de la mujer que había sido abandonada por su esposo, nuestro rechazo a Dios le hace daño. Por ejemplo, cuando Dios decidió destruir el mundo por medio de un diluvio global, Génesis 6:6 dice que “se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón“. Debido al pecado, todos nosotros dejamos de darle a Dios el honor y el respeto que él merece. Elegimos dormir en el sofá de la mundanalidad y abandonarlo por otro “amante” (Santiago 4:4). Lo que más le duele es el daño que nos ocasionamos a nosotros mismos con tal decisión.
Todos los seres humanos nacen en este mundo completamente libres de pecado. Si no heredamos el pecado de nuestros padres inmediatos (Ezequiel 18:20), ¡ciertamente no heredamos el pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva! Sin embargo, llega el momento en nuestras vidas cuando elegimos pecar (Romanos 3:23). Cuando esto sucede, ponemos fin a la relación que una vez tuvimos con Dios. Los seres humanos son siempre los primeros en rechazar al Creador.
Podemos ser “hechos amigos nuevamente”
A pesar de terminar nuestra amistad con Dios, Él nos ofrece la posibilidad de reconciliación. Dios no tiene que reconciliarse con nosotros. ¡Nosotros tenemos que reconciliarnos con él!
La palabra “reconciliación” significa “ser hechos amigos nuevamente”. Esta reconciliación es posible sólo a través de Jesucristo (Juan 14:6; 2 Corintios 5:18-20; Efesios 2:13-16). La oportunidad de restablecer una relación con Dios está condicionada a nuestra continuidad en la fe (Colosenses 1:19-23).
Si nunca te has reconciliado con Dios, todavía estás en tus pecados. Le has dado la espalda. Él no puso fin a la relación. Tú lo hiciste. ¿Por qué no reclamar tu amistad? Cree en Jesús como el hijo de Dios (Juan 8:24). Arrepiéntete de tus pecados (Hechos 17:30). El arrepentimiento es un cambio de mente o de opinión. Es dar la espalda al pecado y volver a Dios. Confiesa tu fe en Jesús (Hechos 8:37) y sé bautizado para el perdón de tus pecados (Marcos 16:16; Hechos 2:38; 22:16). Después de esto, retén la palabra de Dios (1 Corintios 15:1-2) para mantener tu amistad con Dios y permanecer en un estado de salvación. ¡Dios te suplica que te reconcilies con él por el bienestar eterno de tu alma!
–Jerry Falk