Introducción
Un apóstata es “alguien que se separa de la verdad, Dios y su pueblo”. Es un rebelde y un desertor y se ha apartado. La historia del pueblo de Dios está llena de muchos casos trágicos y terribles de apostasía. ¡No es de extrañar que la Biblia ordene e inste a las personas a estar alertas a la posibilidad de apostasía (Lucas 21:36; Hechos 20:31; 1 Corintios 16:13; 1 Tesalonicenses 5:6; 1 Pedro 5:8)!
La apostasía de los israelitas después de la muerte de Josué sirve como buena ilustración de cómo funciona (Jueces 2:7-23). Parece que tres generaciones son distinguibles: Josué y sus contemporáneos (Jueces 2:7), la generación que siguió a Josué (Jueces 2:7) y la próxima generación (Jueces 2:10). La apostasía es típicamente un proceso lento, gradual e incluso multigeneracional (cf. Gálatas 1:6). “Los cristianos generalmente caen en el error gradualmente en lugar de al instante. Un pequeño compromiso aquí, una pequeña concesión allí, y antes de que te des cuenta, todo ha cambiado. … Es una apostasía de desgaste” (Gregory Alan Tidwell, Gospel Advocate, marzo de 2016, pág. 15).
Tres generaciones/etapas en el proceso de apostasía
Primera generación – Silencio
Una vez que se ha ganado la victoria, o al menos se han trazado claramente las líneas de batalla, se establece una especie de “paz” sobre la escena del conflicto. Las armas son silenciadas, ya que un armisticio incómodo calma la antigua zona de guerra. Se ha establecido una especie de “estrés de combate”. La guerra se ha terminado y los problemas se han resuelto para el período inmediato. Las personas se vuelven complacientes y dejan de enseñar los principios y de hacer las aplicaciones que antes les preocupaban.
Este silencio es en sí un problema. Satanás está aprovechando este “tiempo de silencio” para prepararse para su próxima ofensiva. A las generaciones posteriores no se les están enseñando principios que las puedan preparar a identificar las mismas amenazas en formas (un poco) diferentes. Es importante transmitir las verdades bíblicas a la próxima generación, para que no las olviden (cf. Éxodo 12:26ss; Josué 4:6).
Segunda generación – Apatía
A consecuencia de no enseñar ciertos principios bíblicos ni su importancia, la próxima generación se vuelve indiferente hacia ellos. Esta indiferencia podría incluso convertirse en hostilidad hacia estos principios. La gente se vuelve cada vez más intolerante con los sermones que censuran su conducta. Quieren “verdad” que sea aceptable y desequilibrada en vez de temas que son ofensivos (Isaías 30:10; Amós 7:10ss; 2 Timoteo 4:1-5). Podrían ocultar su deseo de “predicación indistinta” al pedir, en cambio, que se haga énfasis en la predicación que es más devocional o “positiva” o que se centra en temas supuestamente descuidados. Si bien puede haber cierta validez real para sus quejas, también pueden llevarse al extremo opuesto y usarse para justificar su apatía.
Tercera generación – Reintroducción
La tercera generación experimenta la reintroducción de aquellos elementos que sus antepasados consideraron tan ofensivos. No sólo no han pasado las batallas que libraron sus antepasados, sino que tampoco han escuchado mucho acerca de ellas ni se les han enseñado los principios relacionados con esas batallas. No se les ha enseñado a preocuparse por tales asuntos.
Al final del Nuevo Testamento, cuando la segunda y tercera generación de cristianos comenzaban a aparecer en escena (1 Juan 2:12,13), la apostasía ya comenzaba a llegar (Hebreos 2:1; 1 Juan 2:18), y las generaciones posteriores de cristianos fueron atraídas hacia lo que sus antepasados habían rechazado. Mientras que Pedro escribió sobre la apostasía en el tiempo futuro (2 Pedro 2:1-2), Judas más tarde escribió sobre la misma apostasía que ya estaba ocurriendo (Judas 4ss).
Conclusión
Si tanto la Escritura como la experiencia histórica enseñan que la apostasía es prácticamente inevitable (cf. Mateo 18:7; 1 Corintios 11:19), ¿por qué los cristianos de hoy deberían pensar que ellos, sus hijos o sus nietos son inmunes a ella? Las verdades bíblicas y sus aplicaciones apropiadas son una “tradición” (1 Tesalonicenses 3:6) que debe enseñarse a las generaciones venideras, ya que el tiempo y la falta de experiencia directa lleva a las generaciones venideras a olvidar su importancia (Éxodo 1:6-8; Jueces 3:1-2).
–Gary Eubanks (traducido por Brigham Eubanks)