Dicen los historiadores que desde 1347 hasta aproximadamente 1351 d.C. la llamada “Peste Negra”, una devastadora pandemia, “acabó con más de un tercio de la población europea y con unos 45 millones de personas en todo el mundo” (https://es.wikipedia.org/wiki/Peste_negra).
Enfermedades modernas
Hoy en día, el hombre se enfrenta con otras enfermedades. Por ejemplo, el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (o SIDA) asola a nuestro mundo moderno. Según la Organización Mundial de la Salud, el SIDA ha matado a más de 35 millones de personas desde que fue reconocido por primera vez en 1981, convirtiéndolo en una de las pandemias más destructivas de la historia. El cáncer –cuánto ODIAMOS esa palabra— mató a 9.6 millones de personas en el mundo en 2018. Por si esto fuera poco, ahora estamos escuchando mucho en las noticias acerca del “nuevo coronavirus” o “coronavirus de Wuhan” que se está extendiendo por todo el mundo en el momento de escribir este artículo y produce una forma mortal de neumonía que no se puede tratar con antibióticos.
Hay algo que es mucho peor
¡Qué horrible! “¿Puede haber algo mas aterrador que estas enfermedades?” nos preguntamos. ¡La respuesta es sí! Lo que es mucho peor que toda aflicción física es estar separado de Dios a causa de nuestros pecados. Esto es , y siempre ha sido, la peor “enfermedad” de la humanidad.
Los que no querían el remedio
Hablando de cómo esta enfermedad estaba haciendo destrozos entre sus hermanos judíos, el profeta Jeremías se pregunta: “¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí médico? ¿Por qué, pues, no hubo medicina para la hija de mi pueblo?” (Jeremías 8:22). La condición espiritual del pueblo de Israel era innecesaria porque la medicina y un Médico estaban fácilmente disponibles. Muchos, sin embargo, no quisieron creer en la palabra de Dios ni arrepentirse de sus pecados. Esto fue el “remedio”, pero los judíos no lo aceptaron.
Otros rechazaron el remedio en el tiempo de Jesús
Hoy en día, Jesucristo es nuestro Médico por excelencia. En una ocasión, dijo el Señor a los líderes religiosos de su día, insensibles a su verdadera condición espiritual: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Marcos 2:17). Por contraste, los cobradores de impuestos y las rameras reconocieron su necesidad de acudir al Médico (Mateo 21:32) porque sabían perfectamente que estaban enfermos espiritualmente.
Alguien dijo una vez que el pecado es el hecho más verificable empíricamente, pero también el más resistido intelectualmente. Sin embargo, nunca ha habido una descripción ni una condena más contundente del pecado en ninguna religión que la que dio Jesucristo. Hablando la triste realidad del pecado, Jesús dijo: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:21-23).
¿Entiendo YO la gravedad de mis pecados? ¿Qué medidas estoy tomando para evitarlo en mi propia vida y ayudar a los demás a reconocer esta “enfermedad” tan terrible?
–Jerry Falk