¿Nunca le ha parecido como si la vida no tuviera sentido? Si es así, ¡no está solo! El mismo pensamiento, sin duda, se les ha ocurrido a innumerables millones.
Todos buscamos un sentido para nuestras vidas. Algunos piensan encontrarlo proveyendo para su familia o simplemente siendo una “buena persona”. Otros intentan dar sentido a su existencia por la acumulación de posesiones materiales y otros a la vez por satisfacer lo que sus cuerpos deseen. Con tiempo, nos damos cuenta de que ninguna de estas cosas trae satisfacción duradera. ¿Cuál, pues, es el verdadero propósito de la vida?
Por desgracia, la idea de que llegamos a existir por casualidad no proporciona una respuesta satisfactoria para esta pregunta. Si no fuimos creados para ningún propósito específico, y si simplemente dejamos de existir después de haber luchado tanto en la vida, ¿para qué seguir luchando? El hombre solo es incapaz de encontrar la contestación a esta pregunta por medio de su propio razonamiento. Su sabiduría falible le lleva a la conclusión de que su existencia no tiene ninguna meta permanente.
Pero Dios le dice: “¡La obediencia humilde a mi voluntad da sentido a la vida!” “Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado” (Isaías 43:7). Es posible honrar a Dios sirviéndole, cumpliendo así nuestra necesidad de propósito.
¿Quién mejor sabe satisfacer nuestro deseo de encontrar sentido para la vida que Él que nos ha creado? Sólo él sabe lo que puede completar nuestra búsqueda: la obediencia a su voluntad. Con razón Salomón escribió: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Eclesiastés 12:13).
El Creador del universo nos ha dado su palabra para que seamos perfectos (o completos), “enteramente preparado[s] para toda buena obra” (2 Timoteo 3:17). Cuando rehusamos reconocer este propósito divino, obramos en contra de nuestro propio bienestar. ¡Esto es precisamente una de las razones por tanto sufrimiento y desesperación en el mundo! (Proverbios 13:15; Salmos 107:17; Job 15:20).
La respuesta a la pregunta “¿por qué estoy aquí?” se halla en una relación con Jesucristo en la cual seguimos sus enseñanzas en nuestras vidas cotidianas. Jesús dijo: “El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14).
Con razón el apóstol Pablo escribió: “habéis sido hechos completos en [Cristo], que es la cabeza sobre todo poder y autoridad” (Colosenses 2:10. LBLA).
¡Encontramos verdadero propósito de vida sólo cuando obedecemos a Cristo! Sólo de esta forma estaremos verdaderamente “satisfechos” (Mateo 5:6).
–Jerry Falk