Se ha dicho que el mensaje de la Biblia se puede resumir con una sola palabra: ¡JESÚS! El mensaje del Antiguo Testamento es “Alguien viene” y el Nuevo Testamento nos dice que “ha venido” y “vendrá otra vez”. Aunque la Biblia se enfoca en Jesús, Dios obró a través de otros personajes de la Biblia para llevar a cabo su esquema de redención. Una de esas personas era María, la madre de Jesús. Hay varias cosas que podemos aprender de su ejemplo, algunas de las cuales mencionaremos aquí.
Fue sumisa al Señor (Lucas 1:38)
María se consideraba “la sierva del Señor”. Su aceptación del plan de Dios para convertirla en la madre de Jesús se demuestra con la humilde respuesta: “Hágase conmigo conforme a tu palabra”. Sin lugar a dudas, el plan de Dios para salvarnos de nuestros pecados pondría a esta virgen en una situación difícil. No sería fácil para ella revelarle a su esposo que ya estaba embarazada, pero María dejó de lado sus deseos y ambiciones para que Dios pudiera llevar a cabo su voluntad a través de ella.
El ejemplo de María nos muestra que siempre debemos estar listos para aceptar y obedecer la voluntad de Dios, incluso cuando otros puedan dudar de nuestra fidelidad. Al igual que la madre de Jesús, debemos recibir la palabra implantada “con humildad” (Santiago 1:21, LBLA).
Admitió su necesidad de un Salvador (Lucas 1:47)
Si confieso que Dios es mi Salvador, implico que necesito la salvación. Si María nunca había pecado desde la concepción hasta la muerte, como afirman algunos, ¿en qué sentido fue Dios su Salvador? Si hubiera estado absolutamente libre de pecado, no habría tenido necesidad de que alguien la salvara en este sentido.
Ted Turner, el fundador de CNN, ha sido citado diciendo: “No quiero que nadie muera por mí. He tomado algunas copas y tenido algunas novias. Si eso me va a enviar al infierno, así sea”. A diferencia de María, el Sr. Turner no reconoció su necesidad de un Salvador.
Meditó en la Palabra de Dios (Lucas 2:19,51)
María no rechazó rápidamente lo que los pastores le habían dicho, es decir, que se les había aparecido un ángel diciéndoles que el Cristo había nacido en Belén y que lo encontrarían “envuelto en pañales, acostado en un pesebre” (Lucas 2:8-12). Reflexionó seriamente sobre el significado de sus palabras y pensó seriamente en lo que Jesús le había dicho cuando dijo: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lucas 2:49) María continuó meditando sobre estas cosas, a pesar de que no las entendía.
Muchos sermones nos recuerdan nuestra necesidad de leer y estudiar la palabra, pero ¿con qué frecuencia PENSAMOS en ella? (Salmos 119:97). Hace muchos años, un compañero predicador me dijo que algunos de los mejores predicadores de los Estados Unidos eran granjeros que leían la Biblia temprano en la mañana y pensaban en ella el resto del día mientras araban la tierra.
Las grandes bendiciones a veces van acompañadas de un gran sufrimiento (Lucas 2:35)
María sufriría por su hijo mientras él agonizaba en la cruz. Quizás, por esta razón, Simeón le dijo cuando Jesús era solo un bebé que “una espada traspasará tu misma alma”. María fue testigo ocular del brutal trato sufrido por su hijo (Juan 19:26-27).
Del mismo modo, ser un siervo fiel de Dios no significa que vayamos a evitar el sufrimiento (2 Timoteo 3:12). A veces la vida en esta tierra significa estar expuesto a tristeza desgarradora.
Necesitaba la oración (Hechos 1:14)
En la segunda carta de Lucas a Teófilo, el escritor inspirado nos dice que María estaba entre los discípulos de Cristo que estaban “entregados de continuo a la oración” (LBLA). Al igual que el resto, María también necesitaba desesperadamente dirigir sus súplicas y dar gracias a Dios a través de Jesucristo.
–Jerry Falk