A principios de la década de 1990, se lanzó una serie muy popular de libros titulada “Sopa de pollo para el alma”. Este nombre fue elegido para la serie debido al uso de la sopa de pollo como remedio casero para los enfermos. Así como se supone que la sopa de pollo es “buena para el cuerpo”, las historias inspiradoras incluidas en estos libros están destinadas a ser “buenas para el alma”.
Miles de años antes de que esta serie saliera a la luz, Dios ya le había proporcionado al hombre la mejor “sopa de pollo” del mundo, repleto de los ingredientes más selectos. Antes de tragar la primera cucharada, recuerde que Dios es el verdadero “Chef” y Creador de esta maravillosa “receta” (2 Timoteo 3:16-17; 1 Tesalonicenses 2:13).
La mejor “sopa de pollo” del mundo
“¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Salmo 119:97). “¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca. De tus mandamientos he adquirido inteligencia…” (Salmo 119:103-104).
“Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos” (Proverbios 3:5-8).
“…está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo” (Proverbios 4:20-22).
Medicina para lo que realmente nos aflige
Si desea encontrar el verdadero descanso para su alma, no lo encontrará en pequeñas historias inspiradoras que no identifiquen ni denuncien claramente el mayor problema de la humanidad. La Biblia señala este problema cuando dice que “todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Romanos 3:23, LBLA).
De todas las religiones populares del mundo, no hay descripción más exacta del pecado que cuando Jesús dice: “Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez. Todas estas maldades de adentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:20-23, LBLA). Jesús claramente señala que la fuente del pecado es el corazón humano.
Debido al pecado, la humanidad está enferma. Para describir esta condición, el profeta Isaías le dijo a la gente de su día: “Toda su cabeza está herida, todo su corazón está enfermo. Desde la planta del pie hasta la coronilla no les queda nada sano: todo en ellos es heridas, moretones, y llagas abiertas, que no les han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite” (Isaías 1:5-6, NVI).
La humanidad no necesita arengas (pláticas para incentivar) que traten los síntomas de su enfermedad sin atacar su causa. ¡Necesitamos un verdadero remedio!
Sólo Jesús tiene los “ingredientes caseros”. ¡No nos va a colmar de trivialidades sobre “el poder del pensamiento positivo” ni darnos “Taza de sopa” de Lipton con “potenciadores de sabor” artificiales como el inosinato de disodio y el glutamato monosódico!
Él invita a todos a la fiesta espiritual más saludable del mundo con estas palabras: “…el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna” (Juan 4:14, LBLA).
“Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. … Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. … Éste es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.” (Juan 6:33,35,50,51).
“Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios. …Al vencedor le daré del maná escondido…” (Apocalipsis 2:7,17, LBLA).
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30).
¡La “sopa” está lista para servir! ¿Le gustaría un poco?
–Jerry Falk