Las personas a veces ven el cambio como algo positivo… especialmente cuando la vida no les va bien. Puede que tengan dificultades financieras, problemas conyugales, desafíos con la adicción o tal vez no estén contentos con su pasado. Como resultado, anhelan desesperadamente algo que traerá verdadero cambio en sus vidas.
Algunos cambian de trabajo, otros cambian de casa y otros incluso cambian de cónyuge, todo con la esperanza de que sus esfuerzos hagan una mejoría positiva a largo plazo en su situación. Sin embargo, muchas veces se dan cuenta de que, una vez implementados estos cambios, vuelven a dónde estaban antes. ¡Sus esfuerzos producen sólo resultados temporales!
A una escala mayor, la historia revela cómo las diferentes naciones intentaron lograr un verdadero cambio. Vamos a ver a tres de ellas y cómo les fue.
Los griegos: La sabiduría humana
En 1 Corintios 1:22, Pablo dice que “los griegos buscan sabiduría”. Quizá pensaran que por su perspicacia e inteligencia podrían encontrar un remedio para los males del mundo y, sin embargo, dos mil años después, Grecia se encuentra al borde de la ruina financiera. Algunos creen que esta pequeña y empobrecida nación podría con tiempo provocar que la Unión Europea se desenrede, lo que tendría un impacto devastador en los mercados bursátiles de todo el mundo.
Del mismo modo, muchos hoy en día parecen sentir que la clave para superar los males de la sociedad está en la educación. El pensamiento parece ser: “Cuánto más sepamos, mejor podremos abordar nuestros problemas y más felices seremos”. Aunque esto puede ser cierto en cuanto a algunos aspectos de la vida, la búsqueda y adquisición del conocimiento no da verdadero sentido a la vida (Eclesiastés 1:13-18) ni proporciona una solución permanente para los males más grandes del hombre.
Los romanos: El poder militar
Los romanos se deleitaron con su poder militar como la solución de los problemas del mundo. La historia confirma que ellos también estaban gravemente equivocados. Algunos historiadores, como Edward Gibbon, atribuyen la caída del Imperio Romano a la decadencia moral. Es posible que hayan tenido la apariencia externa de poder, pero su destrucción surgió desde dentro. A pesar de toda su gloria y esplendor, el poder militar de Roma no pudo lograr un verdadero cambio.
Hoy, la idea parece ser que si los Estados Unidos u otras naciones pueden librar al mundo de los terroristas y animar a los países a aceptar un sistema democrático similar al suyo, entonces las cosas mejorarán drásticamente. Sin embargo, en una verdadera democracia las decisiones políticas se basan en la voluntad del pueblo, lo cual puede resultar que nuevos líderes, más tiránicos que los antiguos, sean elegidos.
Los judíos: El poder político
Los judíos en el día de Jesús esperaban una revolución política. Suponían que el tan esperado Mesías los rescataría de la opresión y de las injusticias del Imperio Romano. Algunos judíos pudieran haber estado pensando que Jesús era justamente la persona para ser su líder político.
Pero Jesús no tenía dinero (Mateo 8:20). Nunca levantó un ejército y prohibió el uso de la espada en su defensa (Mateo 26: 51-53). Cuando la gente trató de convertirle en un rey terrenal, ¡Jesús se alejó (Juan 6: 14-15)! No trató de hacer una alianza con ninguno de los gobiernos de este mundo. El Señor no formó ningún partido político. Nunca dirigió ningún movimiento ni manifestación contra el gobierno romano; por contraste, enseñó a sus compañeros judíos a dar “a César lo que es de César” (es decir, pagar los impuestos, Mateo 22:21). Nunca instó a las personas a protestar a gran escala contra ninguna forma de injusticia social, aunque obviamente existía en ese tiempo. En resumen, Jesús no consideró que el poder político fuera un medio satisfactorio para lograr un verdadero cambio. Tenía algo completamente diferente en mente…
El evangelio: El único agente del verdadero cambio
El cambio que Jesús prometió sería como el de la levadura “que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado” (Mateo 13:33). La levadura trabaja internamente. Poco a poco, puede cambiar por completo y de forma permanente la composición de toda la masa. Del mismo modo, cuando la semilla del evangelio se recibe con humildad y se le permite echar raíces en el corazón de una persona, le cambia desde adentro hacia afuera.
El poder del verdadero cambio reside en el evangelio de Cristo a medida que haga su obra en el individuo. Al cambiarse los individuos, también cambian los gobiernos y las injusticias que a veces los caracterizan.
Sólo el evangelio de Cristo puede producir un verdadero cambio porque sólo él aborda la causa del sufrimiento del hombre: el pecado. Sólo el evangelio puede marcar una diferencia permanente en su situación porque sólo él proporciona el mejor remedio del mundo: Jesucristo. El evangelio es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego”· (Romanos 1:16). ¡Esto también le incluye a usted!
–Jerry Falk